miércoles, 30 de noviembre de 2022

Noviembre

 Qué mes.

Ha sido particularmente esta, una semana agotadora, la entrega de finalización de semestre se cruza con las calificaciones de los parciales, el letargo de los estudiantes que desean más que nada terminar, la pesadez del cansansio de un año nuevo fuera de pandemia. Todo.

Los pacientes de este mes fueron un reto en todo el sentido de la palabra, llevaba mucho tiempo sin un desgaste tan intenso. Afortunadamente cerré todos los casos con la esperanza siempre de que terminen de encontrar su camino en la vida, lo que me deja una profunda satisfacción.

Mi hermano se casó. Fue un hecho memorable. Para todos, poder haber compartido con él esa fecha tan especial me movió mucho, me desempolvó la esperanza en la construcción de una felicidad que siempre hay que lucharla, pues en un mundo tan jodido como en el que vivimos, el cariño es una renegación ni la hijueputa.

Mi emoción, bueno, está haciendo su trabajo, subir y bajar como todo lo sano. Hace mucho no se movía sinceramente. De la compasión al cariño, del cariño a las dudas, de las dudas a la esperanza, de la esperanza a la expectativa, de la expectativa a la distancia, y bueno, de la distancia a la incertidumbre... aquí vamos hoy, con la incertidumbre que todo lo pone en movimiento y con la que hay que saber navegar, sea que se decante por la calma o nos pida decisión para nuestra dirección.

Ha sido un mes de cierres, mi terapeuta de seguimiento se retira, en conjunto con el alto que le pongo a la clínica para recargar energía. La universidad entra en las vacaciones que todos esperabamos para asimilar este año mientras continuamos con la vida que no nos las da. Mi hermano cierra una época de altibajos que lo puso en el lugar en que está ahora, y que todos festejamos. Y yo, con la intención de preguntar si la espero y nos la jugamos, o le pido que me libere de la promesa que le hice de estar ahí, aunque sé bien lo que quiero que responda.


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