martes, 10 de noviembre de 2015

El otro por sí mismo


Una de las características del pensamiento infantil es el egocentrismo, en que, el niño ve a quienes le rodean como una extensión de si mismo y se comporta en consecuencia. Sin embargo, mientras transcurre su proceso de socialización este egocentrismo disminuye tomando diferentes disyuntivas y dirigiéndose en nuevos términos comportamentales hacia las otras personas. (mantenga esto en mente mientras lee el resto de la entrada).


Reducir la existencia de una persona a las necesidades o deseos de otra es tanto triste como injusto. Algunas concepciones llevan implícito este desagradable acto razón por la cual no me gusta mucho la idea del destino, mucho menos la de una voluntad todo poderosa que ordena nuestra vida o un plan cósmico que lo entreteje todo, teniendo curiosamente como centro de ese todo a usted, a mí y a nuestros conocidos y desconocidos al mismo tiempo, ¿hay algo que no le suena bien de esto? (aparte de la coordinación que solo parece funcionar para algunos?) a mí sí, y es precisamente ese egocentrismo (del que hablábamos al inicio) que minimiza y extingue a ese otro en función suya o mía, esa otra persona no vale por si misma, su razón de ser es usted o yo y eso me entristece profundamente. (veo en estas nociones una proyección de ese egocentrismo infantil, que busca, no por andamiaje para el desarrollo  sino por la ausencia de ese ente protector -del que se desprende para obtener su autonomía- un sustituto autoimpuesto capaz de suplir mágicamente el papel de director y proveedor de su vida).

Si bien es cierto que en nuestro devenir las vinculaciones y relaciones sociales son fundamentales esto no quiere decir que una u otra persona se deba a otra per- se, o haya nacido únicamente para estar (o pasar) en (por) la vida de alguna persona especifica, ningún sujeto es para otro en tanto necesidad, su presencia en su vida es algo mas complicado que un simple y pálido por que "me lo merezco" ya sea este un castigo o un premio, si es que tales cosas existen. (el conductismo en psicología nos explica que tanto los castigos como los premios o las recompensas no son mas que un constructo o termino que se usa para denotar una consecuencia que, dependiendo de sus características de refuerzo o supresión se utiliza para afianzar, extinguir o aprender una nueva conducta; de modo que si prestamos atención, del comportamiento humano no podemos decir que existan tales cosas como un castigo o un premio, existen consecuencias por nuestro comportamiento y las convenciones sociales dictan lo positivas o negativas de dicha consecuencia siendo lo positivo aquello que potencia la repetición de una conducta y lo negativo lo que disminuye su aparición -no estoy hablando de lo moralmente bueno o malo de un comportamiento-)

Ahora bien, son realmente curiosas las respuestas que dan aquellos que dicen creer en estas cosas del destino o de una voluntad superior o aquel plan que mencionaba antes, sobre una violación  un asesinato, una enfermedad dolorosa, una desaparición forzada o algo que implique daño y/o dolor a un otro, en estos casos existe una autonomía de los sujetos implicados, cosa que no existe en los casos en los que es la felicidad el centro del asunto (si consideramos la hipótesis arriba planteada sobre la proyección infantil, podemos decir que en estos casos la ausencia de directriz de la creencia "destino, voluntad, cosmos" busca excusar al sujeto de la responsabilidad que como creador de dicho imaginario tiene, y la ubica en los sujetos de dolor).

De otro lado, cuando encuentran al amor de su vida, esa persona estaba en ese lugar en que se conocieron, porque así debía ser!, porque así usted se enamoraría de esa persona, porque esa persona era la indicada, porque el momento era el apropiado, porque el lugar facilitaba la empatía, porque su disposición y la de el/ella era la correcta; no por que esa persona estuviese trabajando en lo que le gusta, leyendo lo que le gusta, haciendo algo que le gusta, o viviendo su vida, no, estaba allí por usted, por que Alá, Jesús, dios, satanas, el cosmos, el destino (pongale el nombre que le guste) decidió que ustedes dos debían conocerse enamorarse y ser felices. No se a usted, pero a mí me parece muy triste. (Aquí vemos nuevamente esas características infantiles que piden gratificación, y al pedirla suponen que un otro maternal-paternal debe proveerlo, pues la historia de aprendizaje sobre el que nos desarrollamos ha reforzado esta idea mucho tiempo, con muchas manifestaciones de afecto, casi incondicionalmente, y desprenderse de esa idea del proveedor de felicidad y gozo es bastante difícil).

Cuando hablamos de un otro por si mismo, hablamos de un reconocimiento que le pertenece a ese otro, no de uno que se le proyecta, hablamos de acercarnos a otra persona, no de usarla como objeto de fetiche de nuestros deseos infantiles. Hablamos de ser o estar con otro, no con una ficción amorfa de nosotros mismos, las otras personas tienen muchas cosas curiosas y atractivas que compartir, pero esa tendencia infantil a repetir lo que nos gusta nos priva de una inagotable fuente de experiencias, que paradójicamente han de aspirar a repetirse, pues a parte de la muerte la repetición es la única certeza que tenemos los seres humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario