jueves, 17 de noviembre de 2011

La carta que nunca recibirás.

No te estoy escribiendo a ti, aunque me gustaría, la sensatez que aprendí la dejo de lado y simplemente me entrego a escribir lo que no dije.

En primer lugar debo decir en honor a la verdad que no sé que es lo que siento en este momento, por ello, esta carta que jamás recibirás carece de cualquier sentido. Dicho esto, puedo decir que la ausencia de claridad con respecto a mis sentimientos no son cosa de todos los días, como bien sabrás soy una persona emocionalmente distraída y poco atenta. Éste defecto a decir verdad me fascina; no imagino mi vida con la intensidad de una emoción permanente, creo que se volvería aburrido, dejaría de interesarme más rápido de lo que incluso yo mismo alcanzo a imaginar pues no habría lugar a la sorpresa y eso era algo que realmente disfrutaba. Las cosas pequeñas, mínimas imperceptibles y furtivas eso es lo que me sorprende, no el impacto de algo que te abre la boca de par en par, eso muere con una facilidad absurda, eso no es para mí.

Pasando entonces de las sorpresas, nunca dije que amo construir desde la diferencia, no como complementariedad, sino en cambio como negociación, una habilidad que nunca podré aplicar contigo aunque sea realmente bueno en dicho arte. Verás, la negociación exige una acción reciproca con un horizonte y eso es algo de lo que carezco, como sabes, querer muchas cosas como quiero yo tantas y tantas, al juntarlas no constituyen un horizonte, simplemente constituyen un montón de deseos muchos de ellos tan estúpidos que solo  podrían ocurrirseme a mí, de modo que al entrar en contacto con tu horizonte, claro y definido como me lo has mostrado, se anulan mutuamente a menos claro que la negociación aparezca, pero como dije antes, al ser yo tan incompetente para negociar contigo ese final era inevitable. No pudiste poner en marcha conmigo el potencial propositivo que tienes pero aprendiste a utilizarlo, así como aprendiste antes con otros y no conmigo a pensar para sentir y expresarte.

Pues bien pasada la negociación que nunca tuvimos es hora de escribirte sobre el porque te decía que no tan seguido. Mis negativas nunca estuvieron dirigidas hacia ti y eso lo sabes, siempre estuvieron dirigidas hacia tus círculos de sentido más cercanos, mi incompetencia social me lleva a entrar en fricción con cualquier circulo de sentido diferente al mio, por eso vivo de roce en roce con todo el mundo, y esto me lleva a requerir de mucho tiempo a la hora de tener que adaptarme cosa para la que nunca he sido bueno y que de hecho nunca me ha interesado. Sé con claridad que las negativas de sentido y la confrontación entre ellas requieren tacto, cosa que sé aplicar cuando algo no me interesa, razón por la cual la mayoría de las veces soy tan diplomático, cosa que contigo fui pocas veces y esas pocas veces fue más por autopreservación que por otra cosa.

Cierro ahora el libro, y de él conservo únicamente impresiones y momentos pequeños que así como esas sorpresas que me fascinan se mantienen en mi mente como una razón para volver a intentar tejer eso que teníamos, me siento con la curiosidad de probar negociar con "otras" para entregarle el inevitable final a un "después", y me reto a mí mismo a dejar de ponerle trabas a algo que es tan sencillo como leer esta carta que nunca recibirás.

Ahora, quiero leer otra vez, sé que tengo una forma particular de hacerlo, voy a buscar entre los libros viejos de la casa esa "otra" para redactar nuevamente a su autor o autora una carta que como ésta jamás recibirán.

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