martes, 16 de agosto de 2011

Él ciudadano.

Un extraño personaje deambula por las calles, mira una y otra vez para todas partes, se esconde en su retina cada foto que captura de la vida en movimiento. Se parece extraño al verse al espejo y se siente inquieto cuando escucha su propia voz. Monta en transporte público, como si se subiera a un caballo brioso. Esquiva escupitajos, basura, improperios e indiferencia como si fuese un gran torero. La ciudad lo absorbe y lo perturba, se disloca su cordura cuando la detalla desde las montañas, y encuentra, entre una belleza insondable un demonio que duerme bajo una luna siempre cambiante.

El ciudadano quiere a su ciudad. La ama y entiende que de ese amor puede emerger un odio puro y tierno. El ciudadano quiere caminar en una nube soltando notas de agradecimiento a sus colegas. El ciudadano no quiere que esta ciudad cambie, por que de hacerlo, perdería todo aquello que nunca fue.

No vayan a llorar. La ciudadanía no puede ser tan altruista como la que quiere este tipejo que describo arriba, no podemos dejar de sentir odio por las ciudades, y mucho menos dejar de amarlas. Pero el tema no son las ciudades sino los ciudadanos. Esos constructos teóricos de las ciencias sociales que deambulan de aquí hacia allá, buscando su lugar en el mundo.

Me gustaría comenzar por regalarle la siguiente canción a todos los ciudadanos del mundo, para que se la gocen y piensen en la ciudad que los amamanta. 
Momento de las confesiones ciudadanas. Yo también me he hecho el dormido en un bus cuando alguna dama o señora de edad se sube y no le he dado el puesto. Yo también he botado basura a la calle. Yo también he hecho grafitis. Yo también he pasado por debajo de los puentes peatonales. Yo también he dejado de votar por alcalde. Yo también he votado por corruptos y mentirosos. Yo también he invadido el espacio público. Yo también he pasado semáforos en rojo. En fin, Yo también he sido mal ciudadano. Bueno creo que eso lo pudieron deducir por mis confesiones. Ahora, debo decir en mi defensa que he corregido muchos de mis errores ciudadanos. No soy un modelo de ciudadanía ni nada por el estilo, simplemente soy otro pelafustan que quiere hacer las cosas bien. No bien, bien, anti-mal, sino bien.

La construcción de ciudadanía nos exige competencias personales básicas. El respeto (nada puede ser más básico), el honor (prefiero este a la honestidad), el sentido de lo público (que está más allá del sentido común), y por que no la cultura urbana (como un conjunto de prácticas sociales incluyentes). Por favor, la cultura urbana no es ni el grafiti callejero, ni el rap urbano, ni la poesía callejera, ni las  manifestaciones pro-cualquiercosa. No tengo nada contra este tipo de muestras culturales, pero debe entenderse que su praxis está descontextualizada, llevando la idea de la inclusión.

Ahora, como ciudadanos tenemos una responsabilidad que no podemos entregarle a los políticos, alcaldes, ediles, lideres comunales, entre muchos otros. Y esa responsabilidad es la de darle a la ciudad el estatuto que se merece, el de ciudad. No el de botadero de basura, lugar del irrespeto público, ni momento de bajesas comunales. Vieron como quedo el Parque Simón Bolivar después de la apertura del festival de verano? A quién hijueputas le parece que eso es una Bogotá positiva!? cabrones de mierda, hasta donde vivo llegó la puta mugre!. Eso es cultura? eso es inclusión? eso es recreación? eso es sano esparcimiento? manada de gamines (si usted fue a la apertura y no boto ni un papelito, al menos recogió uno?). Todo evento público degenera en cosas como esta y ojo que solo es un pequeñisimo ejemplo. O hablamos de las muestras de ciudadanía posteriores a los partidos de fútbol?.

Calma Juan, calma... bueno. Admitamos nuestros errores como ciudadanos, como seres públicos, comencemos por darle la congruencia a nuestras acciones y omisiones. Dejemos la maricada si?. Las pretensiones de ser intachable se van al mismo caño al que descargo mi inodoro. Nadie es perfecto, somos una manada de bestias sin control, por la simple razón, que creemos que votando y eligiendo a nuestros "representantes" en las esferas públicas descargamos nuestra responsabilidad de ser ciudadanos practicantes. Siempre miramos hacia arriba, y nos preguntamos con cara de idiotas, por qué pasa esto? hasta cuándo van a corregir tal cosa? y cosas por el estilo. Nuestra ciudad es nuestra, y es tan elemental como cuidarnos a nosotros mismos... Momento! yo no me puedo meter en ese baile, yo no me cuido muy bien que digamos, pero bueno me inclino por pensar que cogieron la idea.

Las prohibiciones no siempre constituyen intentos de que algo no suceda. En ocasiones son formas de gobernar su ocurrencia. Les dejo este vídeo que me fascina para que la piensen.


La cuestión no es si somos o no radicales libertarios o mojigatos conservadores. Se trata de no perdernos en una u otra ideología, se trata de no difuminarnos, se trata de conservar con notros el sentido de ése nosotros. Eso es ser público. Conservar en las ciudades ese sentido de nosotros se transforma en una práctica social desde lo personal, algo tan simple que confunde.

Esa esperanza que tengo, esa fe que no he perdido esa extraña sensación que me hace querer esta ciudad es lo que evita que sea irresponsable, civicamente hablando, personalmente soy un desastre.
(siento que no esté disponible con subtitulos... a ver si aprendemos ingles no!)

Debo hablar: Como ciudadano, debo confesar que no confió en los que engañan a sus congéneres con parafernalias rítmicas, con poesía barata que brota de lo más hondo de sus sentimientos, o que componen canciones al amor en lugar de vivirlo, por Dios en que pueden estar pensando? he visto ciudadanos como yo, que deambulan por las calles de mi ciudad intentando sopezar esa incertidumbre que les causan las relaciones humanas, y a mi ciudad, la tratan peor de lo que tratan a quienes dicen querer. Qué ocurre con estas personas? qué son? cómo se atreven a pavonear su miseria por las calles de mi ciudad y embadurnarla con ese pegajoso malestar cultural? en que momento dejaron de ser ciudadanos? o es que acaso nunca lo han sido?... mis amigos, solo puedo recordarles que la ciudadanía no se gana con la cédula, desde el instante en que nacemos somos ciudadanos. 

miércoles, 3 de agosto de 2011

Ya no tengo miedo.

Esta entrada no sé por donde comenzarla. Tengo muchas cosas en la cabeza, y pretendo organizarlas mientras escribo, me tomo mi cerveza nocturna, escucho música, leo noticias, un articulo científico, juego en facebook, y chateo. No le he puesto título a la entrada, no se con claridad sobre que escribirla, pero siento una necesidad de descargarme del flujo de información que tengo en la cabeza así que sencillamente comenzare.


Pues no es una canción para un amor traumático! es como cuando te sientes saturado por todo lo que ves, por todo lo que haces o dejas de hacer, por tanto pensamiento útil que no pones en practica. Es sencillo. Pensar en todo lo que quieren de nosotros, simplemente la perfección, el deseo ajeno en nosotros. Ah! estúpida sociedad cuando entenderás que el deseo no esta afuera!! vive dentro de cada quien, buscarlo o perseguirlo fuera es una guevonada, y cada vez que nos apretujan para dar más de nosotros mismos para satisfacer a otros terminamos por borrar lo que somos, por difuminarnos, por ser iguales en la diferencia. Cuando esto ocurre dejamos de ser parte funcional de la sociedad, de nuestra familia, de nuestros amigos y seres amados, nos alejamos de todo aquello que nos hizo ser auténticos y caemos en la más putrefacta de las necesidades humanas.... sí esa.

La solución a este paradigma de la complacencia es bastante sencilla, humilde, y por sobre todo humana, pero en esta entrada no tocare dicha solución aun, la idea que me ronda es más solemne. Es como la letra de la canción anterior, sencillamente un decir.


Y si nos cantamos esta canción a nosotros? todos hemos cometido errores, cagadas, fallos épicos y fatalidades, contra nosotros mismos, contra la sociedad, contra cualquiera que tenemos al lado. Soy de los que piensa que una vida sin errores no merece ser vivida, pero una vida en la que no aprendemos a corregirnos cuando evidenciamos el error es una vida que tal vez merezca ser arrebatada. Las críticas son cosa sencilla de emitir, cualquier pendejo puede criticar y llegar con una facilidad abismal a lo que llamo el critiquismo; que es esa hijueputa quejadera en la que constantemente vivimos! y lo que más me cabrea es que es esa quejadera que parte de la nada, no se critica por que se este haciendo algo para evitar el motivo de la queja, se critica por que si.


Y para el critiquismo también hay solución. Igual de sencilla, humilde y humana que para la complacencia. Pero ese tampoco es el foco de la entrada, así que después llegare a ello.



(Ojala el cambio de genero no les atrofie la entendedera, y si es así pues paila)

Esta es esa canción que suelo soñar la sociedad nos canta cada vez que nos estrellamos con la cruda verdad. Todos somos la sociedad en sí misma, pero cada uno de nosotros subjetivamente jamás conseguirá tal cualidad. Es así como la sociedad nos abofetea, con una sutileza digna de una limpiada de culo con seda. La sociedad nos quiere con ella, no para ella. Son algunos pelafustanes los que nos quieren en función de la sociedad, de las mascaras que le han colocado, de ese asqueroso apellido que le marcaron con hierro al rojo vivo "comercialización".

Y aun así existe una cura para esta comercialización, igual de sencilla, humilde y humana como las dos anteriores, que se cae del árbol de la arrogancia por que pesa demasiado. Pero eso es algo que tampoco trataré aquí.


Qué? muy crudo? demasiado real? le da miedo? algo bizarro? va contra los estándares de moralidad? si la respuesta es si, con el respeto que me merece: mojigat@ hijueputa! por sus prejuicios es que la letra de este trailer tiene sentido. Cuanto tiempo nos tomará entender que somos lo que decidimos ser? que hay más formas de ver el mundo que a blanco, negro y sepia? que la educación no es una cuestión de asimilación de conocimiento sino de formación de perspectiva?. Por que le guste o no, los prejuicios son constructos y representaciones que se forman en la educación.

Pero para el mal de los prejuicios también existe una cura, tan humana, sencilla, y humilde como las anteriores, Pero no es momento de tratarla en lo que llevo escrito.


Me inclino por pensar que aquellos que dicen gustar de la música, son capaces de escucharla de tipo y aun así encontrar ese sentido al que los melomanos llaman "la nota". Si no entendió como el anterior vídeo va articulado a la entrada, seguramente es de los que no escucha otro tipo de música diferente a la que a usted le gusta. O no está prestando atención. De modo que deje así.

Si llego hasta aquí, termine de leer no sea perezos@. Debo corregirme de lo que he dado a entender anterior mente. No son curas diferentes  las que se presentan ante las diferentes calamidades domesticas que he mencionado. De hecho es solo una. Una que nos inculcan desde pequeños, con la que nos corrigen constantemente, con la que nos hacen ver que la otra persona también tiene derechos, con la que nos muestran como valorar a una persona, con la que estamos tan naturalizados que olvidamos que debemos practicarla con sinceridad y no por obligación cultural.

Esa cura que se encuentra en la base de todo y que cuando la maquillamos parece que tuviera tetas de silicona, esa cura que en ocasiones transmuta y se degenera en las leyes que no la contemplan como un sentido igualitario.

El respeto siempre es opcional.