sábado, 27 de mayo de 2023

Sostener, esperar, comprender, enternecerse: Del ideal a la práctica.

En psicoterapia se aprender a ser paciente con los pacientes. De hecho es de las enseñanzas más valiosas que recibimos del ejercicio clínico. Ese ser paciente con el otro requiere que podamos verlo en su justa dimensión, sin la deformación de un pensamiento, deseo o afecto que interfiera en su proceso, y es por eso que aprendemos a ser pacientes con nosotros mismos, para poder ofrecerlo en esa interacción con intención de cura.

Tenemos claro que la psicoterapia no es la única interacción capaz de sanar al otro, pero en la época de la inmediatez, de la velocidad y la ansiedad, en comparación con las otras, es la más rápida. En esta interacción, apesar de su velocidad, el sostén que se ofrece se parece mucho al amor, los pacientes vuelven a amarse a sí mismos en la interacción con otros ojos que pueden verlos a ellos, en lugar de ver, lo que ellos quieren que los demás vean. Ahí comienza el sostener. Como una escucha sincera y sin juicios de valor con la que rara vez tienen contacto afuera, en su cotidianidad; ese acercarse los hace sentir extraños y aliviados al mismo tiempo, muchas personas están acostumbradas a guardar silencio o a aprentar para otros la "normalidad" que desean, aúnque les traiga pesares, distancia y tristezas. Cuando construimos con ellos ese sosten en consulta, les enseñamos como replicarlo afuera y, ahí donde fallan en su intento por replicarlo, entienden lo que significa sostener la mirada al otro, y entonces comienza la construcción de un vínculo poco a poco más sano; pueden por fin entender que sostener a alguién es sostenerse a sí mismo y eso requiere mucha valentía.

Somos buenos esperando a nuestros pacientes. Aunque lleguen tarde, aunque no quieran en ocasiones volver a sesión, aunque no estén comprometidos con sí mismos, aunque hayan abandonado el proceso, y regresen después de un tiempo. Ahí estamos. Esperar es algo que pocas personas hacen, por eso en psicoterapia aprender a darle un ritmo a esa espera es tan importante. En esa espera puede verse nuevamente al otro, en ese espacio de ausencia en el que están lejos, tienen el tiempo para entender si lo que quieren es lo que desean, y entonces regresan... si nos hubieramos ido nosotros no vuelven a buscarnos. Su lugar lo están construyendo ellos en ese irse y volver, no todo cambio ocurre en sesión, no todo insight ocurre en la confrontación terapéutica, no toda contención podemos realizarla nosotros, porque de hacerlo crearíamos una dependencia afectiva mal sana, su espacio, su tiempo, su rítmo, su responsabilidad, su vida. Cuando aprenden a esperar, a postergar el deseo, pueden acceder a el con total plenitud y pueden regresar a el lejos de una compulsión, el placer se modifica.

Comprender es un compromiso. Uno realmente difícil de crear para los demás porque implica acceder al significado del mundo interno de la otra persona. Para eso es el conocimiento y por eso es tan importante que nosotros aprendamos a separarnos de nuestro narcisismo so pena de incurrir en la moralidad social y el juicio al otro. No es que dejemos de ser nosotros, o que nos transformemos en alguien que no somos para el ejercicio terapéutico, es más simple aunque más difícil que eso también; es reconocer en nosotros que la vida que tocamos también nos toca, que su sufrimiento nos mueve, que su afecto nos moviliza, que sus pensamientos nos hacen reflexionar, y con ese reconocimiento podemos identificar el conocimiento preciso a ofrecer a esa vida, a ese sufrimiento, a ese afecto y a ese pensamiento que ellos traducen en su comportamiento cotidiano.

Y la ternura, bueno, a final de cuentas todo lo anterior la integra. Sostener es un acto de ternura en sí mismo, es acompañar, es no renunciar, es mantener una posición firme, que aunque en ocasiones les duele encontrarse, progresivamente aprenden a agarrar como un niño agarra el dedo de su cuidador. El esperar nos enternece en la relación terapéutica porque entendemos que aprender a volver no es fácil, que alejarse de la repetición mecánica cuesta, que regresar incluso con miedo es un paso gigante apesar de que ellos no lo vean, y sobre todo que cada esfuerzo cuenta, aunque en muchas ocasiones debamos ser firmes con los límites que no quieren para sí mismos y nos los reprochen. La ternura que produce comprender al otro es lo que nos lleva a nosotros a terapia, para no contaminar-nos, acceder a la realidad de otros es un ejercicio mental desgastante, los procesos de control a los que nos sometemos mantienen nuestro yo como nuestro, evitan en la mayoría de los casos que la crisis ajena no se convierta en la nuestra y, con esfuerzo y suerte encontramos la fortaleza de la que aprenden nuestros pacientes, que la vida, con sus vericuetos, vale la pena el esfuerzo.