jueves, 5 de diciembre de 2013

Ex: pasado, presente y futuro.

Son pocas las personas que hablan con naturalidad, sin rencor o sevicia y, con agradecimiento de sus ex, por qué?. Cómo habla usted de sus ex?, les guarda rencor?, les desea la muerte? se quedo con algo que decirle?, con algo que hacerle?; tiene usted, algún pendiente con sus ex? piénselo detenidamente antes de contestar.

Las relaciones sociales y los vínculos amorosos que creamos dicen mucho de nosotros mismos y del contexto relacional que nos rodea, si bien nos gusta la idea de la autonomía y la toma de decisiones únicamente basada en el Yo esta ilusión se fragmenta cuando hacemos una revisión cuidadosa de nuestros antecedentes relacionales. Las familias como estructuras que producen seres sociales autónomos dejan huella en los patrones y estilos vinculares y relacionales de las personas, tenemos un antecedente que no podemos obviar pues al hacerlo corremos el riesgo de fantasear sobre el por qué provocamos ciertas situaciones en nuestra vida emocional y social. Fíjese en los estilos, pautas y patrones de interacción social de su familia y compárelo con los suyos, le apuesto que encontrara cuando menos un 50% de similitud, si es un observador distraído.

Con esto tenemos un punto de reflexión bastante interesante, no me refiero a la reproducción de patrones de comportamiento (en términos estructuralistas) o de ideales (estilo Tipos ideales en Weber), me refiero a que a pesar de querer diferenciarnos de la estructura de la que provenimos, repetimos su funcionamiento general con algunas modificaciones que nos hacen creer -inocentemente- que la hemos superado. Nuestr@s ex son parte de la forma en la que nos narramos a nosotros mismos la historia del qué hemos aprendido de nuestro entorno relacional y emocional.

Pero no nos enredemos, retomemos esa linea temporal que permite la distinción entre el "ex" y el "que no ex", pasado - presente- futuro; regularmente se dice que el pasado es pasado, que no se puede cambiar, que lo hecho hecho está, que no hay que llorar sobre la leche derramada y un sin fin de frases alegóricas que suguieren que el pasado no puede cambiar, pero de hecho si puede cambiar, de hecho, cambia constantemente, el pasado se modifica exquisitamente en la forma en que lo recordamos, en la forma en que lo narramos, podemos -y de hecho lo hacemos con bastante frecuencia- modificar nuestros recuerdos, añadiéndoles fragmentos, borrando otros, distorcionándolos sutilmente y creando algunos que ni siquiera existieron, nuestra memoria está basada en nuestro presente.

Nuestro presente por su parte se debate en una interesante dinámica entre el procesamiento de información,  la toma de decisiones y la proposición comportamental, me explico: como sujetos no alcanzamos a ser otra cosa que una entidad capaz de procesar, responder y proponer acciones a un ambiente. Cada uno de estos momentos, procesamiento, respuesta y proposición tienen su éxtasis en el aquí y el ahora; la velocidad con la que somos capaces de procesar información -y el volumen- es algo que incluso para las computadoras más avanzadas del planeta es aún inalcanzable, así mismo la capacidad de respuesta que poseemos está más allá de cualquier tecnología que conozcamos, pues nuestra forma de responder está muy por encima de una operación aritmética, al tiempo, que somos capaces de proponerle al medio -en el cual nos incluimos- atendiendo al procesamiento de la información, la respuesta que emitimos y el sentido de la misma -ésto es algo que ninguna computadora puede hacer- esto es, tentar la respuesta de otro sujeto, hacer una apuesta sobre el comportamiento subsecuente; en ésto se basa nuestra habilidad para aprender, en nuestro presente.

Mientras que, nuestro futuro se torna algo definitivamente más humano, y por lo tanto más amorfo, nuestro futuro es un conjunto de información a la que no hemos respondido y sobre lo que lo único que tenemos para navegar en el es una estructura previa -que no es nuestra- para proponer, y con base en esto aspirar a poder corregir lo que sea necesario para obtener un masificado placer. Lo que nos lleva a la parte bonita de la historia, cuestionarnos si la forma en la que vemos a nuestros ex es una fachada de nuestro presente para validar la forma en la que estamos respondiendo al ambiente, anhelando aquel futuro sobre el que, nos hemos enviciado a tentar una y otra vez, pues finalmente este ciclo no ha cesado de reproducirse.